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Hace más de diez años agarré la mochila, una cámara de fotos y el corazón lleno de ganas. No había mucho plan, apenas una idea clara: festejar mis 33 años en Tilcara, en plena temporada de carnaval. Ese año, el calendario había querido que el carnaval cayera en marzo, y sentí que era la ocasión justa. El momento perfecto para cumplir un sueño.

La ruta me llevó directo a Tilcara, que me recibió con su tierra vibrante, su gente en fiesta y ese aire de libertad que sólo se respira en la Quebrada. Bombas de agua, espuma, charangos, albahaca en las orejas y corazones latiendo con fuerza en cada copla. El carnaval en Tilcara no es solo una celebración: es una experiencia que te sacude el alma.

Después de esos días inolvidables, seguí el viaje, cámara al cuello y sonrisa permanente. Purmamarca, Humahuaca, caminos entre cerros multicolores, y la calidez de una gente que te abraza sin conocerte. Cada paso era un aprendizaje, una foto nueva, una anécdota para atesorar.

Y en medio de todo eso, cuando menos lo esperaba, la conocí a Marcia. Entre caminos de tierra, música y paisajes que cortan la respiración, nuestras mochilas se cruzaron. Y desde entonces no nos soltamos más. Ese viaje no solo me regaló paisajes inolvidables… me regaló una compañera de ruta. Desde ese momento viajamos juntos, compartiendo kilómetros, fotos y vida.

Mi recorrido culminó en La Quiaca, donde el país toca su techo norte. Ahí, con la mochila ya curtida por el polvo del viaje, me detuve un momento a contemplar el horizonte. No había cartel de llegada, pero sí una certeza: ese viaje había sido mi verdadero regalo de cumpleaños. El que me marcó para siempre.

Las fotos que acompañan este recuerdo son de aquellos días. Algunas están movidas, otras improvisadas, pero todas guardan lo esencial: el fuego del primer viaje, el inicio de una forma de vivir y mirar el mundo. Porque Fotografías de Viajeros nació de ahí, de esa mezcla de emoción, caminos, y necesidad de contar lo que el alma vive cuando se lanza al viaje.

Pasaron más de diez años… pero cada vez que veo estas imágenes, vuelvo a sentir ese viento jujeño, el eco de las comparsas, y esa versión mía que celebraba los 33 con una mochila al hombro… sin saber que también estaba empezando una historia de amor y aventura que todavía sigue.