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La fotografía es una herramienta poderosa en la conservación, capaz de capturar la esencia y la vulnerabilidad de la naturaleza y de sus habitantes. Más allá de mostrar paisajes y especies, puede despertar conciencia, generar empatía y conectar a las personas con los ecosistemas que necesitan protección. 



En este artículo, abordaré la relación entre la fotografía de naturaleza y la conservación, tema que exploro de manera más profunda en el video de la conferencia del mismo título. Esta charla se enmarca dentro del ciclo de la exposición "Entre frailejones y el oso andino: conservando el corazón del páramo de Chingaza", actualmente ubicada en el Museo de la Universidad de La Salle, en Bogotá, Colombia, y en rotación por varios centros educativos y salas de exposición a lo largo de 2024 y 2025. 

Al documentar la belleza y diversidad del entorno natural, la fotografía permite exponer las amenazas que enfrentan los ecosistemas y crear un registro visual que evidencia los cambios a lo largo del tiempo. Imágenes de deforestación, contaminación o especies en peligro de extinción funcionan como testimonios directos del impacto negativo de la actividad humana sobre el planeta. Este poder de denuncia permite que la fotografía actúe como una voz visual para la naturaleza, transmitiendo la urgencia de la conservación de manera inmediata y profunda.

La fotografía en conservación también se convierte en un recurso de valor científico al registrar el estado de los ecosistemas y documentar sus cambios. Las imágenes permiten observar el progreso o deterioro de los esfuerzos de conservación y son fundamentales para evaluar el impacto de las acciones ambientales. Este tipo de monitoreo visual se traduce en información útil para ajustar estrategias de preservación y promover políticas de conservación basadas en evidencia.