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Hay viajes que no se olvidan. Que te marcan. Que te cambian. Esta aventura arrancó en Córdoba, tirando la mini casilla rodante con la ilusión de tocar el sur con las manos. Atravesamos rutas infinitas, vientos patagónicos, atardeceres de fuego y madrugadas heladas. Cada parada fue una postal y cada encuentro, una historia. Pero nada se compara con ese primer impacto al llegar al glaciar Perito Moreno.

El silencio imponente. El crujido del hielo rompiendo el aire. El azul imposible que solo existe ahí, en ese rincón del mundo. Nos paramos frente a él con la emoción de quien pisa suelo sagrado. En ese mirador, el frío te atraviesa pero no importa. Porque estás ahí. Porque lo lograste. Porque ese instante queda congelado como una fotografía en el alma.

Con la cámara colgando del cuello y el corazón latiendo fuerte, saqué una de las imágenes más potentes del viaje. Porque Fotografías de Viajeros no es solo un proyecto. Es una forma de vida. Es salir a la ruta, perderse y encontrarse. Es documentar no solo los paisajes, sino las sensaciones, los abrazos, las caminatas y las noches compartidas en una casilla rodante mientras el viento cuenta sus secretos.

Este viaje al sur no fue turístico. Fue existencial. Desde las sierras de Córdoba hasta el hielo eterno de Santa Cruz, nos llevamos cientos de fotos... pero más que nada, nos trajimos el alma llena.