De la Marca Amarilla a Canon Mirrorless: El Cambio que Potenció mi Creatividad

Durante años trabajé con la marca amarilla, desarrollando mi carrera en la fotografía de arquitectura. Capturar espacios, líneas, materiales y atmósferas es un reto que va mucho más allá de tener un buen ojo; requiere precisión técnica, fidelidad en el color, control absoluto de la perspectiva y, sobre todo, herramientas que estén a la altura de lo que quieres contar con una imagen.

Con el tiempo, sentí que mi equipo se estaba quedando corto frente a la evolución de mi mirada. Fue entonces cuando decidí cambiar a Canon Mirrorless. Lo que parecía una decisión técnica, terminó siendo uno de los cambios más importantes en mi proceso creativo.

Más que un cambio de cámara: una evolución de lenguaje

Al trabajar con arquitectura, cada milímetro cuenta. El paralelismo, las fugas, la simetría o asimetría de un espacio, todo necesita un control quirúrgico. Cuando empecé a trabajar con Canon Mirrorless, sentí que todo fluyó con más naturalidad: el visor electrónico me permitió ver la exposición final en tiempo real, sin adivinanzas; el enfoque Dual Pixel me dio una precisión al trabajar con líneas estructurales que antes solo lograba después de muchos intentos y revisión en pantalla.

La ergonomía del equipo también me permitió moverme con más libertad entre espacios complejos, muchas veces con restricciones de tiempo o condiciones complicadas de luz.

Lentes que amplían el espacio… y la visión

Uno de los factores clave para mi trabajo es la versatilidad en los lentes. Canon no solo ofrece una gama RF diseñada con altísima calidad óptica, sino que además permite usar lentes anteriores con adaptadores sin sacrificar ni velocidad ni definición.

El lente TS-E 24mm es una herramienta imprescindible en mi trabajo de arquitectura, y el poder usarlo con total compatibilidad en el sistema mirrorless fue decisivo. Además, al incorporar lentes RF como el 15-35mm f/2.8 o el 50mm f/1.2, logré resultados con una nitidez, contraste y control de distorsión que superaron mis expectativas.

Poder cambiar fácilmente entre un gran angular para interiores y un teleobjetivo para detalles arquitectónicos me permitió resolver más con menos, optimizando mi equipo y tiempos de producción.

¿Valió la pena?

Sin duda. Este cambio no solo me dio mejores archivos RAW o una mayor fidelidad de color, sino que me reconectó con el placer de fotografiar espacios. Me siento más libre, más ágil, y con un control creativo que se traduce directamente en la calidad de entrega para mis clientes: arquitectos, diseñadores de interiores, desarrolladores y marcas que entienden que una buena imagen construye valor.

Para quienes estén en el mundo de la arquitectura y estén considerando cambiar de sistema, mi consejo es claro: no lo veas solo como un cambio de cámara. Es una decisión que puede llevar tu trabajo a otro nivel.