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Después de 200 años de fotografía… ¿dónde estamos parados?

Por Rigoberto Torres

Han pasado dos siglos desde que la fotografía apareció en la historia y, sin embargo, pareciera que seguimos mirando desde el mismo marco rectangular. Cambian las cámaras, las resoluciones, las plataformas, pero no cambia el molde: seguimos produciendo imágenes pensadas para colgarse en una pared, encasilladas en categorías que ya no representan el presente. Los concursos premian los mismos formatos de siempre y quienes no cabemos ahí parecemos estar fuera de “la fotografía”, cuando en realidad estamos intentando empujar sus bordes.

Algunos dicen que hay que ponerle sonido a la imagen: yo respondo que eso ya es multimedia. Otros sugieren animarla: eso es animación. La fotografía no necesita travestirse para ser vigente. Lo que define hoy su lugar no es la técnica, ni el soporte, sino el sentido con el que se hace. El discurso del autor es lo que transforma la fotografía: de fin a medio, de objeto a vehículo.

El arte, como sistema, va lento. Cada veinte años surge una nueva corriente; hoy, en cambio, vivimos un estancamiento formal. Llevamos dos décadas orbitando en el “arte objeto”, en una estructura que el mercado ha decidido mantener porque le es funcional. Pero hace ya más de doce años que algo se gesta: una nueva ola que no nace de la forma, sino del fondo. De su efecto en quien la hace y en quien la observa.

Vivimos tiempos distintos. Urge sentarnos a la mesa, hacer mafia creativa, repensar dónde estamos y hacia dónde vamos. No para destruir lo que hay, sino para provocar pensamiento crítico, tertulia, propuesta. Para que la fotografía vuelva a ser lo que siempre fue en su origen: una herramienta para mirar el mundo de otra manera.

Mi proyecto se llama El origen de las intensiones —con “s”—, porque no hablo solo de intenciones, sino de intensidades. De pulsiones ignotas que empujan desde adentro.
Y tú… ¿de qué estás hablando cuando tomas una fotografía?