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Hace un tiempo, dando mis primeros pasos en la fotografía, conocí a una chica quien sería la inspiración para muchos de mis trabajos fotográficos. Ella fue quien me hizo darme cuenta, tras una pequeña sesión que tuvimos durante nuestra 1era cita (no de noviazgo sino de amistad), donde posó para mi lente libremente con una notoria cara de felicidad y amor; que necesitaba más elementos para poder plasmar en una imagen de manera más clara y fiel mi sentir y mi forma de verla desde mi lente. Por lo que me planteé la meta de ser un fotógrafo extraordinario para llevar un registro en imágenes de como cada día la iba amando más y más. Empecé a hacer todo tipo de prácticas y tomar cursos, a leer y ver vídeos sobre el uso de la cámara y los objetivos, empecé a especializarme más en fotos con baja luz, ya que entre las muchas cosas que ella suele hacer está el teatro musical. Me dedique a retratar su pasión, desde los ensayos hasta las funciones; junte mis pasiones como la poesía y el dibujo para tomarle fotos de forma más creativa y haciendo uso del erotismo, el retrato, de los contraluces y del lenguaje visual, traté de plasmar todo su extraordinario ser, eso que me hacía sentir y su belleza interior. Hice retratos de nuestras vacaciones, de nuestros momentos de soledad, de nuestras citas, etcétera, y puedo jurar que de verdad me volví su propio paparatzi. Y ya fuera que ella usara o no maquillaje, fuera que en pijama o usando traje de noche, siempre iba acompañado de mi cámara para guardar de ella ese instante que, después vería en mi celular, en mi computadora y en mi habitación colgado de la pared. Aunque había, como en toda relación, conflictos y desacuerdos. Puedo jurar que, todos los días seguía eligiéndola a ella por sobre dichas fricciones y malentendidos, y me esforcé día con día para ser mejor persona, tanto por mí como por el bien nuestra relación, la cual deseaba conservar con muchas ganas y con todo el amor que mi arte y mi ser podían mostrar y ofrecer. Ahora bien, tras 5 hermosos e increíbles años de relación (aunados a 2 años previos de amistad pura y sincera), aquella hermosa etapa terminó de la manera más abrupta y dura posible. Sólo uno de nosotros terminó perdido y sin nada más que hacer, salvo aceptar que todo había terminado en un parpadeo. Es evidente que ese fui yo, perdido en mi mismo y lleno de dolor, tristeza, abandono, entre un cúmulo y desorden de emociones y pensamientos, me encuentro caminando en soledad y emprendo una batalla por el re-descubrimiento y por el cambio en mis malos hábitos. Cada mañana, después de la dolorosa ruptura, me he formulado muchas preguntas, desde las tradicionales, hasta las más profundas, pero en cuestión de la fotografía, hay unas preguntas que a diario vienen a mi mente: ¿Qué debo hacer ahora que mi musa se ha ido? Mis fotos han dejado de sentirse cálidas sin su luz, sin su inspiración en ellas. ¿Será que perdí el sentido de mí arte? ¿Cómo debo lidiar con la pérdida de su inspiración? ¿Acaso la pérdida de mi musa significa que mi arte está condenado a esfumarse para siempre? ... Mi respuesta: no. Después de cada batalla que he librado en mi cabeza, de esos momentos de llanto y furia, a cada vez que perdí mi dignidad viéndola con su reciente pareja y sabiendo que esa fue la razón por la que termino todo, después de que deje mi cámara y me odié a mi mismo. He descubierto en la soledad una compañera nueva, donde el dolor y el auto-descubrimiento me han ayudado a realizar auto-retratos, a encontrar aceptar mi dolor y a buscar una nueva musa llamada vida. Hay bajones y momentos de soledad con profunda tristeza en esta búsqueda de mi ser, la cual emprendo tras haber sentido que había alcanzado la plenitud y tras sentir que era capaz de comerme al mundo en una cena romántica con la persona que yo pensaba estaría conmigo hasta el final de los tiempos, de la que no esperaba recibir un duro golpe de realidad, tras quedar desarmado, derrumbado y con un rollo fotográfico al que de la nada se le borraron todas las futuras fotos que en mi amor, imaginaba que tomaría para ella y con ella. Si bien, cuando se va una musa, el vacío y la obsesión acechan, es de un valor increíble saber sobreponerse. Y si bien, aún siento que me desangro cada día, he logrado capturar en mis fotos y mi lente, las veces en que muero por dentro y no puedo más, así como las veces que he tenido ratos de luz. Si bien ahora después de la ruptura en un arranque de dolor y desesperación por dejar eso atrás y no volver a verla, hice una especie de purga en las fotos y en las redes pare dejar eso por la paz, aun quedaron unas cuantas rondando carpetas aisladas y ocultas en los rincones de la memoria digital, fotográfica y sentimental de mi ser, la nube digital y mi computadora (galería que dejaré acá como símbolo de lo ultimo que tengo de ella). Quiero terminar este texto con una frase: "Cuando una musa se va, la foto no se vacía,... ...sino que se nutre de la ausencia y se llena con el vacío de una perdida" Gracias por leerme